Época: Reinado Carlos IV
Inicio: Año 1792
Fin: Año 1798

Antecedente:
Primer gobierno de Godoy

(C) Enrique Giménez López



Comentario

La guerra con Inglaterra fue más desastrosa aún que la sostenida contra Francia entre 1793 y 1795. El primer resultado de la confrontación anglo-española fue muy negativo para los intereses hispanos. En febrero de 1797, una escuadra al mando de José de Córdova, compuesta por 24 navíos, era derrotada frente al cabo San Vicente por la comandada por el almirante Jervis, formada por sólo 15 buques. La preparación de la marinería y de los mandos británicos fue decisiva para imponerse en un combate naval que preludiaba el desastre de Trafalgar, años después. Cuatro navíos españoles quedaron en poder de los ingleses y fueron conducidos al puerto de Lagos, en el Algarve portugués, desde donde operaba el almirante Jervis. Los errores en las maniobras del general Córdova fueron tan graves, que se vio sometido a un consejo de guerra presidido por el capitán general de la Armada, Antonio Valdés. Probada su insuficiencia y falta de acierto, fue condenado a pérdida de empleo y desterrado de Madrid y de cualquiera de los Departamentos marítimos de la península.
Dos días después del desastre del cabo San Vicente, los británicos se apoderaron de la isla Trinidad, en las Antillas. Defendida en tierra por el brigadier de Marina José María Chacón, con el apoyo de una escuadra de cuatro navíos al mando de Sebastián Ruiz de Apodaca, tampoco la resistencia al ataque de los ingleses fue adecuada. Apodaca quemó sus buques antes de entrar en combate, y las tropas de Chacón se rindieron a poco de iniciarse el desembarco inglés.

Posteriormente, los españoles lograron rechazar los ataques a Puerto Rico, Cádiz y Santa Cruz de Tenerife. En Puerto Rico, los ingleses que habían tomado Trinidad desembarcaron importantes efectivos, pero el gobernador Ramón de Castro fue eficaz en la dirección de la defensa y obligó a los británicos a reembarcarse tras quince días de combates. En España, la escuadra inglesa vencedora en San Vicente, reforzada con nuevos navíos y con Nelson como contraalmirante, decidió atacar Cádiz, incendiar sus arsenales y destruir los buques de guerra allí surtos. La defensa del general José Mazarredo desde la plaza y sus fuertes en los primeros días de julio fue tan contundente que Nelson tuvo que retirarse sin lograr ninguno de sus objetivos, dirigiéndose hacia el archipiélago canario. El 24 de julio los ingleses atacaron Santa Cruz de Tenerife, pero también fueron rechazados por las baterías de la plaza y el fuego de fusilería. Nelson perdió el brazo derecho cuando dirigía el desembarco de sus hombres en el muelle de Santa Cruz.

Los efectos económicos de la guerra fueron todavía más calamitosos que los causados por el conflicto con la Convención republicana. Pierre Vilar califica la crisis abierta por la guerra en la economía catalana como la más aguda de todo el siglo XVIII: las manufacturas quedaron paralizadas; la falta de alimentos, al ser imposible la importación de grano, alcanzó una magnitud extraordinaria; y el comercio marítimo se interrumpió. Una situación similar se produjo en otros grandes núcleos comerciales, como Alicante, Málaga, los puertos cantábricos y el centro neurálgico de Cádiz. La situación de la Hacienda, ya enfrentada a graves problemas por las consecuencias de la guerra contra la Convención, se hizo entonces angustiosa, y en el intervalo que va de octubre de 1796 a septiembre de 1798 fueron tres los ministros de Hacienda que se sucedieron, mientras que en ese período los gastos militares se incrementaron en un 12 por ciento en relación a los habidos durante la guerra con Francia de 1793-95 y los ingresos disminuyeron, sobre todo los procedentes de América, aumentando el déficit hacendístico hasta extremos asfixiantes.

Para Inglaterra el esfuerzo bélico también tenía efectos preocupantes, que aconsejaron a Pitt iniciar conversaciones de paz con Francia, una vez que la República había derrotado a Austria y el emperador Francisco II se había visto obligado a firmar la paz de Campoformio en octubre de 1797. En las conversaciones preliminares, ni Francia ni Inglaterra deseaban la presencia de plenipotenciarios españoles. España exigía la devolución de Trinidad y Gibraltar, pero las posiciones francesas y británicas estaban tan alejadas que no fue posible el acuerdo. El escaso reconocimiento que el Directorio mostraba hacia sus aliados los españoles, marginados en las conversaciones con Inglaterra, enfriaron las relaciones hispano-francesas y tuvieron efectos importantes en la política interior.